
Un integrante de la tripulación del buque MV Ceci de bandera de las Islas Marshall, donde se secuestraron 469 kilos de cocaína el miércoles pasado tras cargar en el puerto de Vicentín, se quebró y declaró que la droga fue cargada al barco en una rada cerca de Montevideo. También dijo que en San Lorenzo estaba previsto que se subiera otro cargamento de cocaína, algo que finalmente no se concretó, informaron fuentes ligadas a la investigación.
La maniobra aún no está clara para los fiscales, a pesar del testimonio del arrepentido de origen filipino.
El único detenido es el cocinero Jonathan Caputero, quien reconoció su participación y quedó alojado en la base de Prefectura de San Lorenzo.
La principal sospecha hasta ahora era que los 469 kilos de cocaína se habían cargado al buque durante el aprovisionamiento del barco con alimentos, que realiza una empresa de la zona de San Lorenzo. La hipótesis era que la droga se había subido al barco durante esa operación, que es frecuente cuando este tipo de embarcaciones espera en rada turno para cargar en las terminales, en este caso, en la de Vicentín.
El testimonio del arrepentido contradice esta hipótesis, pero aún está abierta a que se verifique si la versión que dio el testigo filipino es cierta y que la droga se levantó en aguas cercanas a Montevideo.
«El universo del tráfico fluvial es un gran agujero negro, de lo cual se conoce muy poco, a causa de la falta de controles en una ruta que tiene complejidades porque la hidrovía está bajo jurisdicción de cinco países, en sus 3.400 kilómetros de extensión. Y las tareas de coordinación en inteligencia criminal son nulas entre los países de la región» dice el periodista Germán de los Santos, autor del libro «Los Monos» y columnista del diario La Nación
Según De los Santos, en la concesión de la hidrovía se señala la importancia de un sistema de monitoreo para prevenir el tráfico de drogas. Sin embargo, este sistema aún no se ha implementado de manera efectiva.
El poder de controlar esta ruta clave de salida al Atlántico establece que el valor del estupefaciente adquiere otro precio cuando llega a destino. El kilo de cocaína en el Chapare, la región del trópico de Cochabamba, dominada por los movimientos cocaleros, donde se produce la cocaína tiene un valor de unos 2000 dólares. En Europa el precio alcanza los 35.000 dólares, pero si llega a Oceanía, la nueva ruta en auge, el valor puede alcanzar entre los 150.000 y 200.000 dólares.
«La magnitud del problema es abrumadora» según de los Santos, «una gran cantidad de drogas que salen de estos puertos son detectadas en Europa y Asia de manera constante».
Un ejemplo de esto es la reciente hallazgo de paquetes de cocaína con un envoltorio característico que presenta una corona. Esta misma marca había sido detectada anteriormente en una avioneta abandonada en la localidad de Andino cuyo conductor había intentado escapar a través del río, lo que sugiere una posible conexión con organizaciones criminales que operan en la región.
Germán de los Santos en diálogo con «Un día de Gloria»
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