La relación entre el sueño y los resultados académicos es íntimamente estrecha. “El sueño es esencial para los procesos de consolidación de la memoria, capacidad de aprendizaje y rendimiento académico. La privación del sueño conduce a una disminución en la atención”, manifiestan especialistas en la temática.
“Los estudiantes con sueño inadecuado o patrones de sueño irregulares presentan peor rendimiento escolar”, comentan docentes.
Estudios de Hábitos y trastornos del sueño durante la adolescencia comentan acerca de la relación con el rendimiento escolar, en el que intervinieron 1155 niños de una media de edad de 14 años que analizaba el sistema de enseñanza secundaria española.
En dicha investigación se “encontró una correlación significativa entre el fracaso de la clase y las quejas de sueño y somnolencia matutina”. Esta relación no implicaría mayor problema si no fuera porque los niños y niñas tienen una pésima higiene de sueño según puede leerse en un artículo publicado por el diario El País.
La Comunidad Valencia lo confirmó con un estudio realizado a más de 600 alumnos, según el cual uno de cada cinco estudiantes acudía a clase con signos de somnolencia. El 40% aseguraba tener dificultades para despertarse por las mañanas y el 29% para mantenerse despierto durante las clases. Además, un alto porcentaje de los adolescentes encuestados afirmaba no dormir las 8 horas recomendadas.
Algunas tareas para mejorar la situación
Especialistas apuntan a “facilitar su exposición a la luz por las mañanas, realizar actividad física a primera hora (ir al colegio caminando o en bicicleta), utilizar luces de calidad en los dormitorio” Y algo más: adaptar los horarios escolares al ritmo circadiano de los adolescentes, porque no todo vale en cualquier momento: “La cronobiología y la cronopsicología son disciplinas que sitúan el tiempo como una constante biológica, no solo importan el cómo se hacen las cosas, sino cuándo”.
En este sentido Gonzalo Pin afirma que “hemos aprendido que, a primera hora de la mañana nuestra capacidad de aprendizaje es mínima y va en aumento progresivamente hasta las once de la mañana que comienza decaer y vuelve a subir tras la comida. De este modo podemos saber que no es lo más sensato poner matemáticas a primera hora o enviar a los niños a hacer actividad física tras la comida, que es cuando tienen más capacidad de aprendizaje”.
Ventajas que vienen avaladas por el Proyecto SHASTU dentro del programa Erasmus + de la Unión Europea, en el que participaron España, Italia y Turquía según el cual, “si el estudiante duerme mejor, mejorará su conducta y sus resultados académicos. Lo que, acompañado de una cuidada selección de las asignaturas en función de los ritmos biológicos, redundará en una mejor calidad de vida, no solo del alumno, sino de todo su ambiente”.
Pues bien, este estudio y algunas experiencias puestas en marcha en California, Israel o Alemania apuntan a otra opción igualmente efectiva: retrasar la hora de arranque de las clases al menos 30 minutos, según sea educación primaria o secundaria, cuyo horario suele comenzar antes.
Muchos podrán pensar que también se soluciona si se obliga a los chicos a acostarse media hora antes. Pero quienes lo afirman deben entender que el hecho de que se acuesten antes no implica que se duerman antes.
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