
La ex monja, Sandra Migliore, fue abusada a sus 16 años, física y sexualmente mientras estudiaba para ser religiosa en la congregación Hermanas Educacionistas Franciscanas de Cristo Rey radicadas en el Colegio Santa Rosa de Viterbo en San Lorenzo.
«Yo fui victima de un acoso sexual. Me empezó a acosar con manoseos y palabras» asegura Sandra en diálogo con «Un día de Gloria» sobre su experiencia en los años 80 cuando estuvo en la institución educativa sanlorencina.
Nacida y criada en Justiniano Pose, provincia de Córdoba, Sandra Ileana Migliore ingresó en 1983, cuando tenía 16 años, al noviciado de la congregación. Su fe en Dios la llevó, de la mano de sus padres, hasta el convento donde iniciaría el noviciado para consagrarse como monja.
Sandra nunca imaginó que estaba dando el primer paso hacia lo que considera una de las etapas más oscuras de su vida.
Hacía pocos meses que había entrado al noviciado y un día esta le ordenó que bajara a limpiar un sótano. La entrada al lugar estaba ubicada al lado de una heladera, en la cocina. Recuerda que bajó después del mediodía y que a los minutos la siguió la maestra de novicias donde se produjo el episodio que relata
«Se puso detrás de mí y me empezó a hablar. El lugar era muy silencioso, casi oscuro. Me preguntó cómo me sentía, cómo estaba y me dijo que me quería mucho. Que me quería proteger, como si fuera mi madre», relata Migliore. «Después se me tiró encima y me empezó a manosear y a besar de una manera descontrolada, mientras me tocaba los genitales.»
“Esta persona a la que denuncio, la monja Bibiana Fleitas, fue maestra de novicias durante casi una década, ella preparaba a las chicas que ingresaban, algunas menores que yo, otras mayores. Estaba a cargo y año por año íbamos pasando por sus manos, como una maestra de grado”, recuerda Sandra
El convento tenía una habitación a desnivel, un subsuelo, que Sandra califica como “el sótano del terror”. Allí, relató, la tutora abusaba de las jóvenes novicias. La hermana Bibiana “se encargaba de formarnos para la vida religiosa. Nos enseñaba a comportarnos como una monja, a vivir en comunidad, era la responsable. Como tenía poder sobre nosotras, hasta decidía si llegábamos a tomar los hábitos o no. Nos manipulaba, le teníamos un temor reverencial”.
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